Ana Ruiz, oncóloga: «Los pacientes de cáncer deberían hacer tanto ejercicio como la población general»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Ana Ruiz, oncóloga especializada en cáncer gastrointestinal.
Ana Ruiz, oncóloga especializada en cáncer gastrointestinal.

La especialista recuerda que las personas con cáncer «no son bolitas de algodón que no pueden hacer nada»

01 may 2024 . Actualizado a las 13:23 h.

Hacer ejercicio es un seguro de salud en muchas patologías, entre ellas, el cáncer. La Sociedad Española de Oncología Médica destaca la amplia lista de beneficios que supone el movimiento — participa en el adecuado control del ciclo celular, reduce la producción de hormonas anabólicas y sexuales o interfiere en los mecanismos de invasión de las células cancerígenas, entre otros— y al mismo tiempo, lamenta que este mensaje todavía no haya llegado a muchos profesionales y pacientes. Ana Ruiz Casado, jefa de sección del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Puerta del Hierro (Madrid), ha realizado una importante integración del ejercicio en la consulta. Con más de 20 años de experiencia, dedica parte de su investigación a saber cómo la actividad física repercute en la oncología. 

—¿Cuál es el mecanismo por el cuál el ejercicio es una medida preventiva de cáncer?

—Realmente, no se sabe con certeza cómo ayuda. Solo que lo hace. Hay una evidencia definitiva epidemiológica, con grandes estudios muy sólidos, que no dejan ningún lugar a duda de que las personas más activas presentan menos riesgo de tener, prácticamente, todos los tipos de cáncer. Sin embargo, los mecanismos biológicos más básicos no se han conseguido identificar bien. Se han propuesto muchas vías, pero a día de hoy, no existe una teoría sólida que permita saber cuál es el mecanismo biológico a través del cual el ejercicio previene el cáncer, aunque insisto, se pueda decir que lo hace. 

—¿Cuánto más ejercicio, mejor?

—Es dosis dependiente y es una de las razones que permiten decir que el ejercicio previene el cáncer. Para poder decir que algo es causa de algo, desde un punto de vista científico, tendríamos que tener bien identificado el mecanismo biológico. En ausencia de ello, utilizamos otros argumentos que también se aceptan. Tiene que demostrarse en estudios que permitan demostrar la causalidad, y así ha sido en grandes estudios de cohortes diseñados para tal fin. En estos también se ha podido ver que existe una relación dosis-respuesta. 

—¿Dónde estábamos y dónde estamos en esta materia de ejercicio y cáncer?

—Como sucede en muchas otras cosas, llevamos décadas de retraso sobre la evidencia científica porque, en realidad, los primeros estudios de ejercicio y cáncer son bastante antiguos. En los años 90 se sabía que el movimiento era beneficioso pero, a veces, se tarda en aceptar la evidencia científica. El ejercicio tiene una dificultad, o carece de una ventaja que tienen los medicamentos, y es que estos últimos cuentan con alguien que los defienda, que son los propietarios de las patentes. El ejercicio no tiene a nadie que lo venda, que difunda sus beneficios y eso hace que nuestro conocimiento de toda la ciencia relacionada con el ejercicio vaya con un poco de repaso. 

—Ahora ya se prescribe. 

—Sí, es verdad que vivimos un momento florido de una gran concienciación, creo, gracias a las iniciativas de grupos e instituciones que han emitido informes sólidos, guías o directrices. Todos ellos son organismos de los que no cabe ninguna duda de que las recomendaciones son fiables. Así, la comunidad científica y la médica están asumiendo las ventajas. Es verdad que llevar esto a la consulta puede llevar más tiempo.

—Usted es una de esas oncólogas que recomienda el ejercicio en pleno tratamiento. ¿Cómo lo suelen recibir los pacientes? Supongo que, en una situación tan delicada, no siempre les apetecerá. 

—Creo que tenemos demasiados arquetipos y prejuicios. Los pacientes están deseando que se lo digamos y, es al contrario, son ellos los que preguntan cuánto ejercicio pueden hacer y cuáles son sus limitaciones. No es tan cierta esa idea de que los pacientes con cáncer son bolitas de algodón que no pueden hacer nada. Obviamente, algunos tienen una condición física deteriorada, pero una gran mayoría de los que han tenido un diagnóstico de cáncer no se distinguen de ti o de mí físicamente, y por esto, pueden hacer el mismo ejercicio que tú o yo. Lo que sí es muy importante es que hay que decírselo. El paciente tiene que recibir esa información de que hacer ejercicio será beneficioso para su evolución, y qué tipos de ejercicio debe hacer y cuánto. Es esencial que los profesionales sanitarios seamos conscientes de que el momento de diagnóstico de cáncer, así como el momento en el que los pacientes terminan el tratamiento, son de aprendizaje, están especialmente sensibles a las indicaciones que les hacemos y preparados para cambiar de hábitos. Nos sorprenderíamos al saber cuán relevantes son nuestras recomendaciones para modificar su estilo de vida. 

—Estar activos físicamente es seguro, incluso, al mismo tiempo que se recibe el tratamiento. ¿Cómo es capaz de actuar el ejercicio sobre el tumor en sí?

—Los datos que tenemos de artículos científicos son bastante consistentes a la hora de señalar ventajas en la disminución de efectos secundarios. De hecho, el primer artículo que se publicó en este sentido, a principios de los años 90, demostraba que el ejercicio mejora las náuseas y los vómitos. Pero además, contribuye a mejorar otros efectos secundarios. 

—¿La fatiga?

—Sí, y de manera muy relevante. Este es el síntoma más frecuente que tienen los pacientes con cáncer, es el más invalidante y perturbador para ellos. Es especialmente prevalente cuando reciben tratamiento, y el ejercicio ha demostrado —de una forma muy consistente— que la reduce. También parece que se disminuye la neurotoxicidad, que mejora la calidad de vida, que mejora la ansiedad y la depresión.Todo esto de una forma bastante sólida. Quiero decir, se ha estudiado en muchos tumores, por muchos grupos, en muchas poblaciones diferentes, y en todos se ven los mismos resultados. Todo esto hace que los profesionales tengamos que ser muy conscientes de esto y no prescindir de una herramienta tan útil como es el ejercicio a la hora de tratar a los pacientes, porque realmente, es un tratamiento de soporte magnífico. 

—Algunos estudios científicos hablan de que ayuda a activar el sistema inmune en cuanto a las vías que tiene para actuar sobre el cáncer. 

—Como decía, los mecanismos biológicos no están totalmente dilucidados. La inmunoterapia es el gran tema en esta década, y siempre hay que tener un poco de cuidado con temas de moda como es este. Pero sin ninguna duda, es uno de los asuntos que se invocan en este momento, y el estudio con animales más reciente, más sólido y que mejor se ha estudiado, implica al sistema inmune en el mecanismo a través del cual el ejercicio previene el cáncer. Ahora bien, tiene que ser validado y es cierto que existen otras rutas. Además, no solo parece que el sistema inmune esté implicado en los mecanismos biológicos a través de los cuales el ejercicio tendría beneficios sobre el tumor, sino que de una manera muy interesante, y en un estudio publicado hace unos días, se ve que las personas sometidas a tratamientos con inmunoterapia que hacen más ejercicio tienen mejores resultados.

Ana Ruiz Casado desarrolla parte de su actividad investigadora en aspectos relacionados con la actividad física y el cáncer.
Ana Ruiz Casado desarrolla parte de su actividad investigadora en aspectos relacionados con la actividad física y el cáncer.

—¿Qué otras vías se están poniendo encima de la mesa?

—Siempre, una de las primeras que se invocan, es la de la inflamación. La inflamación crónica es uno de los mecanismos que se han estudiado en el desarrollo del cáncer y también es una de las rutas que, parece, obtendrían beneficio a través del ejercicio. Clásicamente, también se han invocado los sistemas endocrinos de las hormonas sexuales, en el caso sobre todo del cáncer de mama en mujeres, y tradicionalmente se decía que el ejercicio promueve un equilibrio hormonal menos favorable al desarrollo del tumor. A su vez, se ha desarrollado y se ha estudiado —sobre todo en los mecanismos del cáncer de colon—, los mecanismos de resistencia a la insulina. Al final, el ejercicio tiene mucho que ver, también, con nuestra composición corporal y nuestra forma física, y parece que esos mecanismos vinculados a la resistencia a la insulina también podrían ser modificados por el ejercicio. Otra vía de la que se habla es la del sistema nervioso autónomo, relacionado con las catecolaminas, como la adrenalina o noradrenalina, de las que se piensa que pueden participar. Y, por último, en muchos estudios se investiga el papel del sistema hipotálamo hipofisario y, sobre todo, del cortisol. 

—¿Todas ellas están relacionadas unas con otras?

—Sí. Probablemente, estas vías no estén desvinculadas, y todas ellas se interrelacionan. Ese estudio que mencionábamos antes, acerca del sistema inmune, no solo habla del sistema inmune en sí, sino que también implica a las catecolaminas, y a los mecanismos inflamatorios. Y luego, otro aspecto que también se argumenta con frecuencia cuando se habla de mecanismos biológicos es el papel de las mioquinas, que son una sustancias que liberan los músculos y que pasan al torrente sanguíneo. Algunas de ellas podrían tener un papel inflamatorio, proinflamatorio y antiinflamatorio. Así que nos encontramos con un sistema un poco complejo. Esto es más fácil de estudiar, como todo, en animales; el ser humano a veces es más difícil, lo que lo dificulta más analizar los mecanismo biológicos del ejercicio. Aquí hay como dos escenarios. 

—¿Cuáles son?

—Por una parte tenemos el ejercicio agudo, es decir, cuando una persona hace un ejercicio intenso ahí se produce una liberación de sustancias determinada, y eso probablemente no tiene beneficio para el organismo de forma aislada. Es decir, hacer un episodio de ejercicio intenso nos permite estudiar que es lo que pasa con el ejercicio intenso en el organismo. En realidad, lo que a nosotros nos interesa es estudiar qué produce el ejercicio continuado a lo largo de la vida, que es lo que hace que obtengamos beneficios. Eso es mucho más difícil de ver en un laboratorio o con cualquier estudio que implique biomarcadores y rutas metabólicas. Ese es el gran hándicap para estudiar de esta forma el ejercicio. 

—¿El ejercicio sigue ayudando después de la enfermedad?

—Sí, este es un mensaje muy importante. En algunos cánceres, que son los más frecuentes y más estudiados —el de mama, de colon y de próstata— se ha podido ver que las personas, que tras un diagnóstico, hacen más ejercicio, tienen menos riesgo de recidiva y más probabilidades de curación. Eso es importantísimo. Afortunadamente, esto se ha hecho en estudios con seguimientos muy largos, anteriores y posteriores al diagnóstico, lo que nos ha permitido saber que, incluso, aquellos que antes de la enfermedad no tenían esta rutina saludable, si son capaces de tenerla después, pueden obtener el beneficio. Y esto es algo muy importante, porque en primer lugar, permite no culpabilizarse,y después hace, que de alguna manera, las personas que han tenido cáncer tengan un papel activo en su enfermedad y en su evolución favorable. Por eso antes decía que cuando los pacientes terminan el tratamiento es otro momento fundamental para recomendarles que sigan haciendo ejercicio. Y en este sentido, no solo es relevante decirlo, sino dejarlo por escrito. A veces, las palabras se olvidan. Los profesionales tenemos que creer que los pacientes nos escuchan y siguen nuestra recomendaciones. 

—¿Cuáles son esas recomendaciones?

—Exactamente las mismas que en la población sana. No hay unas especiales para ellos. Toda la población debería intentar hacer entre 150 minutos y 300 de actividad moderada o moderada vigorosa a la semana. En general, se recomienda que los pacientes que han tenido cáncer intenten incluir en su rutina algo de ejercicio vigoroso, porque como el entrenamiento deteriora un poco la condición física, la única forma de recuperarla es a través de una intensidad mayor que lo que supone el ejercicio ligero. Luego, otro aspecto que hay que tener en cuenta, es que idealmente no solo vale con hacer ejercicio aeróbico —como salir a caminar—, sino que es conveniente incluir en las rutinas semanales dos o tres sesiones de fuerza y de ejercicio de flexibilidad. Lo ideal es que esté supervisada por un profesional, pero es cierto que cada vez la población tiene más incorporado este conocimiento. Cada uno tiene que buscar su forma para poder realizarlo, pero lo importante es que todos lo hagamos. Sería estupendo que todos lo hiciésemos perfecto, pero es importante que entendamos que esto debe ser parte de nuestra rutina de salud y que ayuda a vivir mejor.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.