Gema Climent, neuropsicóloga: «El cerebro quiere comprender y crear su propia visión de las cosas»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Gema Climent fue incluida en la lista de «Forbes» de las cincuenta mujeres más influyentes en tecnología de Europa.
Gema Climent fue incluida en la lista de «Forbes» de las cincuenta mujeres más influyentes en tecnología de Europa.

La psicóloga forense cuenta cómo cambia este órgano desde la etapa adolescente hasta la mediana edad

30 abr 2024 . Actualizado a las 18:29 h.

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para reorganizarse y crear nuevas conexiones neuronales a lo largo de la vida. Antes se pensaba que solo estaba presente en los niños, pero ahora se sabe que perdura a cualquier edad. Sin embargo, es innegable que, a medida que pasan los años, el cerebro va cambiando. Deja de ser tan rápido o de tener tanta memoria como lo hacía a los 20, pero pasa a tener más autocontrol. Gema Climent, psicóloga forense y neuropsicóloga clínica, aborda los desafíos de la salud cognitiva en la mediana edad en su nuevo libro Viaje a tu cerebro, editado por Sine Qua Non. 

—¿En qué se diferencia un cerebro de mediana edad del de un adolescente?

—El cerebro adolescente es muy peculiar. De 12 a 18, incluso a 20, tiene mucha potencia, y la mayoría de los test cognitivos muestran muy buenos resultados en habilidad ejecutiva, de atención, de memoria. Al mismo tiempo, tiene una resistencia a postergar la recompensa mucho menor. Vemos unas capacidades enormes visoespaciales, también la capacidad de llegar a soluciones muy complejas bastante rápido, pero al mismo tiempo, no presentan el mismo desarrollo en otras capacidades, como el autocontrol. Esta la tenemos más en la adultez y en la mediana edad, que va desde los 36 hasta los sesenta y pico. Como vemos, las conclusiones científicas coinciden bastante con la realidad. 

—En su libro también señala que una vez alcanzada la mediana edad, las personas también tienen mayor capacidad de reflexión y de control inhibitorio. 

—Sí, y en ese se ve una especie de contradicción. Porque por una parte, vemos que hay menos atención, velocidad de procesamiento o memoria, pero al mismo tiempo, mejora el control cognitivo que nos permite tener una mejor gestión de estas capacidades. Es decir, yo tengo peor atención, pero como sé controlarla mejor, al final puedo derivar en un mejor resultado. 

—Dice que la memoria quiere entender, no memorizar. ¿Tenían razón los que en la escuela nos decían que interiorizásemos la lección?

—Sí, totalmente. Es algo que tenemos muy claro, que la memoria sin valor no llega a tener sentido. Las experiencias se olvidan. Por ejemplo, hay algunos estudios en los que se muestra que la gente joven puede llegar a tener una memoria más específica de los detalles, más fotográfica, lo que se ubica en la memoria de trabajo. Igual a largo plazo eso no se sostiene. El cerebro quiere comprender y crear su propia visión de las cosas. El recuerdo de lo que vivimos nosotros es probable que difiera mucho de lo que ha vivido otra persona, aunque sea exactamente la misma escena y momento. Además, una memoria fotográfica continua no sería del todo beneficiosa. 

—¿Olvidar ciertas cosas puede hacer pensar mejor?

—Sí. Desde hace tiempo sabemos que olvidamos, que olvidamos porque queremos y que, incluso, en la mediana edad, empezamos a dejar de darle importancia a algunas cosas. Esto hace que no solo no le prestemos atención, sino que no hagamos un esfuerzo por recordarlo. En otras palabras, que proactivamente una persona hace algo para no recordar ese hecho. Es así de sencillo. Cosa distinta son los traumas, desgraciadamente. Pero hablando de la memoria normal, de la vida diaria, es posible. De hecho, muchas veces, pensamos que tenemos un problema de memoria y, en realidad, está relacionado con la atención directa. 

—¿Quiere decir que un despiste puede estar motivado por no centrarnos en lo que hacemos?

—Sí, más o menos. Es decir, determinados olvidos pueden ser un fallo de atención. De hecho, en situaciones de estrés y ansiedad, la atención es la que más afectada se ve. Por lo que la persona entra en un bucle: alguien está ansioso, tiene estrés, no presta demasiada atención, luego no recuerda lo que hizo, se agobia por no hacerlo y entramos en este círculo tan molesto. 

—¿El cerebro es capaz de olvidar ciertas cosas a propósito?

—A propósito como tal no, pero si no le damos demasiada importancia, la huella de la memoria será menor. Si en el tiempo intentas, de verdad no recordarlo, y no ha sido un hecho traumático, sino que es algo sin importancia, es muy probable que puedas olvidar la mayoría de los detalles. Sí se puede y se ha reportado en otros libros de neuropsicología dedicados a ello. 

—¿Qué es la función ejecutiva? Tiene un peso importante en su libro porque su mantenimiento es fundamental en la vida cotidiana. 

—Es, prácticamente, todo el control cognitivo de la memoria, de las praxias, de las gnosias, del lenguaje incluso. Aunque es difícil establecer localizaciones precisas, la función ejecutiva es la que maneja la intencionalidad, la planificación, la estructura, el orden. Es una función compleja y es como un director de orquesta. Por eso, cuando se daña la persona se convierta en otra, porque ya no puede manejar el resto de funciones. Lo cierto es que los  daños más aniquilantes de lo que es la personalidad de cada uno se deben a esta función. 

—¿En qué enfermedades se suele ver dañada esta función?

—Más allá de los traumatismos, las demencias frontotemporales, que afectan sobre todo a esas funciones. Cuando las personas tienen una, su personalidad, su carácter, conducta y comportamiento cambian radicalmente. Es muy impactante para las familias. 

—¿Esta función ejecutiva también es diferente entre un adulto y un adolescente?

—Sí. Algunos artículos vieron que es diferente, y pese a haber funciones concretas como la memoria de trabajo, la atención o la velocidad de procesamiento, que pueden ser menores en los adultos de mediana edad, paradójicamente, tenemos más control sobre ella. En cambio, los adolescentes tienen mayor capacidad en los otros aspectos, pero un menor control. Son más volubles. Las distracciones les pueden afectar más, por ejemplo. 

—¿Piensa que es importante que se tenga clara la biología para entender al adolescente y su forma de actuar?

—Sí, además, a estos cambios en el cerebro se suman las hormonas. Hay un estudio muy bonito que habla del aumento de la noción de identidad en los adultos de mediana edad, mientras que los adolescentes están ahí ahí todavía.  Esto es importante porque se traduce en esa fortaleza que te da la mediana edad, esa templanza para postergar la recompensa. Pongo un ejemplo claro muy mundano en el libro. Cuando vemos a alguien de 50 o 60 años que se comporta como un adolescente, le llamamos inmaduro, porque actúa de forma explosiva, sin control de impulsos, sin controlar su conducta o sus reacciones. 

—Explica que los sesgos son una fuente de problemas y una de las marcas de la mediana edad. 

—Sí, por ejemplo, el sesgo de confirmación. Nos damos cuenta de que a veces tenemos una idea preconcebida, y lo que hacemos es buscar lo que apoye esta idea en lugar de buscar lo contrario. Muchas veces dicen que los jóvenes son unos maleducados. Y cuando ven a un joven que se comporta de esa manera les refuerza, sin embargo, no se dedican a mirar a todos los que no lo hacen, que son educados, y hay un montón. Así reforzamos ese sesgo que teníamos y no nos dedicamos a buscar la contra. 

—Explica que la reserva cognitiva se construye a lo largo de la vida. ¿En base a qué se forma?

—Tenemos claro que la reserva cognitiva protege, que hay muchos estudios que dicen que la gente que tiene curiosidad intelectual tiene una mejor reserva cognitiva. Da la casualidad que estos, normalmente, han tenido estudios superiores. No obstante, creo que no es adecuado relacionar el primer punto con el resto. Creo que falta investigación, porque la calidad de la educación no es la misma en según qué personas, porque los estudios a veces son muy occidentalizados, y porque puede haber gente muy creativa que no haya tenido estudios superiores. Ahí, podríamos rascar bastante. Estoy segura que la socialización y las habilidades sociales tienen mucho que decir con la reserva cognitiva. Sin embargo, lo primordial sigue siendo la curiosidad, la motivación por aprender y la continuidad de estos dos. 

—¿En qué beneficia esta reserva cognitiva?

—Tiene cierta capacidad de protección frente a ciertas enfermedades neurodegenerativas. Pero claro, hay algunos estudios que hablan de la comparación entre las personas en la actualidad y las de hace cien años. Alguien de 60 en la actualidad no se puede comparar a alguien de 60 de hace cien años. Ahora tardamos más en llegar a tener una peor función cognitiva. Lo que se suma a que la persona pueda tener una buena esfera cognitiva, que la funcionalidad sea buena, aunque haya daño cerebral, atrofia y ciertas alteraciones que se puedan ver en una resonancia magnética. Es decir, no está afectando a mi vida diaria. El problema que tenemos es que la mediana edad se ha estudiado bastante poco en relación a los mayores de 60 o a los niños. 

—Se habla mucho de los potenciales efectos que podría suponer el uso de dispositivos electrónicos por parte de niños y adolescentes. ¿Cuál es su opinión a este respecto?

—Hemos pasado media vida, los de mediana edad, con tecnología en la mano y media vida sin ella, no creo que seamos los mejores para opinar sobre esto. Creo que los estudios y resultados se verán en unos cuantos años, porque tienen que ser longitudinales. Podemos crear brechas grandes si las decisiones se toman unilateralmente por las familias. Creo que se debe ir por un consenso. Pero ojo, porque cuando se habla de un mal uso, de una adicción, no solo lo veo en los jóvenes, los mayores también estamos pegados al móvil. Por eso pienso que nosotros también deberíamos aprender a utilizarlos, porque si no lo hacemos, cómo se lo vamos a enseñar a ellos.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.