Los pizzeros de Pontevedra que se vieron obligados a cambiar tres veces de local en un año: «Agora volvemos ser felices, os rapaces dannos a vida»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Peregrina Peña, en su pizzería El Rincón del Bocalino, en Pontevedra
Peregrina Peña, en su pizzería El Rincón del Bocalino, en Pontevedra CAPOTILLO

Peregrina y Juan venden porciones a precio de café en una zona en la que los chavales de los institutos son sus principales clientes

02 may 2024 . Actualizado a las 18:58 h.

Peregrina y Juan están a tope de trabajo. Son las 11.30 horas de un jueves en el que los chavales de los institutos salen en tromba para exprimir la media hora de recreo por el centro de la ciudad. Así que en la puerta de El Rincón del Bocalino, no hay descanso. Mientras Peregrina prepara pizzas, Juan despacha y limpia constantemente la vitrina en la que apoya las porciones que vende. Tienen un precio económico, casi como un café. Venden cada una a 1,90 euros, «pero aos rapaces facémoslles un prezo especial durante a hora do recreo». No precisan la cantidad que les cobran, pero viendo la demanda, el sabor y el bolsillo triunfan.  

Este matrimonio abrió hace unos meses en la calle Riestra, en el corazón de la ciudad. Llegaban a esta ubicación después de un año de demasiadas lágrimas. Su calvario, como el de otros negocios, comenzó con el desalojo del edificio de la calle Michelena 11. Hace un año que dejaron ese local porque pronto comenzarían las obras de Inditex para levantar Zara. Ese no es el problema que desencadenó su malestar, sino las formas empleadas por los dueños de los bajos comerciales para que los dejasen vacíos. En el caos de la pandemia, los caseros les ofrecieron un trato. Si acortaban el contrato, que en su caso iba hasta febrero del 2024, les hacían una rebaja en el alquiler. La mayoría aceptaron ese acuerdo sin saber que a partir de ahí se desencadenaría una calvario que a ellos aún les duele, pero «estamos felices despois dun ano batallando, os rapaces dannos a vida».

Su antiguo local en Michelena estaba a pocos metros del actual. Era más oscuro y tenía menos visibilidad, pero Peregrina y Juan trabajaban contentos. Esa premura en el cierre les llevó a buscar a la desesperada un local. Se cambiaron a una calle contigua, a un pequeño local de Gutiérrez Mellado en el que metieron sus ahorros para adecentarlo en tiempo récord. Ellos no pueden permitirse estar mucho tiempo parados. «Era un sitio pequeno é non tiñamos máis cartos para seguir arranxando», recuerda Peregrina, mientras Juan, en un momento de descanso, añade que «tan solo estuvimos un par de meses». No estaban contentos con la marcha de El Rincón del Bocalino en una calle que se llenó de negocios ante la previsión de que Zara abriese en un par de años. «Estabamos a desgusto e entereime de que unha coñecida tiña este local en Riestra e quería deixalo. Non o dubidamos», explica esta cocinera. En un par de semanas acondicionaron un bajo mucho más luminoso para intentar salir adelante. «Levamos un ano moi duro, pero agora estamos contentos e traballando», reconoce. Se aferran a ese refrán de que no hay mal que por bien no venga para pensar que esta ubicación es la mejor de las tres y la definitiva. «A xente dinos que aquí hai moita luz e vésenos mellor», apunta Peregrina. 

Este matrimonio de pizzeros se ha hecho muy popular entre la chavalada de los institutos del centro. Y no solo eso. Triunfan por la mañana con los jóvenes y luego lo hacen con sus familias. «Vienen mucho sus padres o sus madres recomendados por los críos», explica. Eso sí, no hay precio especial fuera de la hora del recreo, pero cada día hacen más de un centenar de pizzas.