Hugo Silva estrena «Marbella»: «Yo nunca haría esas cosas ni viviría en ese mundo tan al límite, tan apabullante»

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Juanlu Real

A Galicia la echa «muchísimo» de menos, pero esta temporada «opera» en «Marbella» (Movistar Plus+), en la piel de un abogado del diablo de la corrupción. «Los hombres de Paco» irían a por él, no duda el actor que aspiró al Goya con «Un amor» y que se confiesa enamoradísimo...

02 may 2024 . Actualizado a las 17:47 h.

En realidad, Lucas nunca se ha ido de Los hombres de Paco, por más que así nos lo hicieran creer en la ficción, porque Lucas nunca se ha ido de la memoria del espectador. Tampoco Hugo Silva (Madrid, 10 de mayo de 1977) se ha ido lejos del barrio donde creció, ni ha cambiado con el tiempo y con la caricia de la fama su manera de pensar. Aquel chico de San Blas que quería ser uno de esos personajes que veía en las películas estudió Electricidad en un centro de FP cerca de casa, pero enseguida entró en la Resad (Real Escuela de Arte Dramático) y los primeros trabajos no tardaron en salir.

«Pero el cine no es algo que me haya llegado de casualidad. Yo iba a por ello. Desde pequeño», asegura. Tras más de veinte años de oficio y tras haber rozado el Goya con la impecable Un amor, el seductor más perverso de La cocinera de Castamar se muda a Marbella en el nuevo thriller de Dani de la Torre, para ser un abogado, el Abogado, entre las más de cien mafias de todo el mundo que trapichean y ostentan una vidorra de lujo, al límite, en la Costa del Sol.

—Marbella se convierte, en la serie, en la capital del crimen organizado, o «desorganizado», como advierte César, el Abogado, el personaje que interpretas tú en esta ficción. ¿Cómo hay que ver «Marbella»?

—Realmente, es una ficción inspirada en un artículo de Nacho Carretero que explicaba todo ese ecosistema que se ha construido en Marbella, donde cada organización criminal tiene una especie de representación. Por cómo está ubicada, en Europa pero a la vez muy cerca de Marruecos, es un sitio elegido desde hace tiempo para gastar dinero en lujo por gente de esas organizaciones.

Hugo Silva junto al músico y actor Khalid El Paisano y las actrices Ana Isabelle Acevedo y Aurora Moroni, en la presentación el pasado día 25 de «Marbella» en Madrid.
Hugo Silva junto al músico y actor Khalid El Paisano y las actrices Ana Isabelle Acevedo y Aurora Moroni, en la presentación el pasado día 25 de «Marbella» en Madrid. Daniel González | EFE

—¿Quién es el Abogado, a modo de presentación?

—César está inspirado en un abogado real, que fue un contacto básico para hacer el reportaje. Es un abogado que nos cuenta todo lo que se cuece, pero que también participa de ese mundo. Ahí entro yo. No es una persona real, está inspirado en una figura que se repite, en varias personas, no solo en una. Igual que está el negocio del lujo en Marbella, de mil cosas y servicios inmobiliarios, ves carteles por todas las carreteras circundantes que son de abogados; abogados de primerísima línea que ayudan a gente que tiene unos negocios que suelen estar al límite, si no directamente fuera de la ley.

—¿Tenías ya idea del centenar de mafias que convertían en el epicentro de sus negocios la Costa del Sol?

—No. Yo no tenía ni idea... Recuerdo, en un viaje en el AVE, empezar a leer el artículo y pensar: «Qué pedazo de serie se podía hacer ahí». Y ya está, no volví a saber más hasta que llegó el momento...

—¿Cómo llegó ese momento?

—Hice una prueba y Dani [de la Torre] decidió que era la persona adecuada para interpretar a este personaje. Para construir ese mundo donde el lujo y la apariencia son vitales. Esa es casi una forma de relacionarse, de comunicarse.

—Entre la fascinación y el rechazo nos movemos como espectadores de la vibrante «Marbella», que es «como ese amigo hijo de puta, no lo cambias, lo adoras», según el Abogado. Nos repugna, pero hay también un pellizco de envidia... ¿Cómo se explica?

—Creo que es algo que pasa en este género. Es algo que hace Scorsese cuando te presenta personajes que, si los miras desde una perspectiva moral, pues no... Pero depende de cómo te lo presenten, puede ser tan exótico... No es que perdones al personaje, pero eres capaz de distanciarte de él y seguir su trama porque te interesa, porque te parece exótico, diferente. Piensas: «¿Estos cómo pueden vivir así, tan al límite?». Y tiene momentos de comedia. Comedia de situación, porque muchas situaciones son absurdas. Cuando estuve allí, haciendo el trabajo de campo con todo el equipo, me daba la risa, porque era todo tan apabullante, tan fuera de lo común, que no deja de sorprenderte.

Hugo Silva interpreta a César, el Abogado, en «Marbella», que se estrena este 2 de mayo en Movistar Plus+.
Hugo Silva interpreta a César, el Abogado, en «Marbella», que se estrena este 2 de mayo en Movistar Plus+.

—Con el Abogado estamos sin opción desde el principio. Te interpela y te convierte en cómplice de su relato, no puedes juzgarle. Y lo hace desde ese aspecto de tipo normal, que es algo que tienen la mayoría de los personajes que haces.

—-Él está al límite, ese es su medio. Donde está cómodo es ahí. Él necesita que todo el mundo le deba favores.

—Pero tiene una familia, unos afectos. ¿Así se redime el Abogado ante el espectador?

—Sí. Y han sido muy inteligentes salvando al personaje desde ahí, con esa seudofamilia que a él le importa. Le da un punto débil, especialmente en la relación con su hijastra adolescente.

—¿Es un buen tío, lo salvas?

—No lo sé. Yo, que lo he interpretado, no sé decirte. Yo lo único que intento es que haya profundidad en lo que hago y buscar la vulnerabilidad. Creo que ahí está la esencia de todos nosotros, donde se nos pega el pellizco. Yo, ahora, aquí sentado, tranquilo, con distancia... ¿Lo defendería? No lo sé. No sé si tendría un amigo como él, sinceramente. Me gusta interpretarle porque es liberador. Porque yo nunca haría esas cosas ni viviría en ese mundo. Justo por eso es superdivertido y liberador hacerlo.

—¿Existen de verdad, como expone esta serie, dos Marbellas que se ignoran bastante la una a la otra; una es perversa y la otra se hace la tonta?

—En todos los sitios donde vive gente así sucede algo parecido. No digo que todo el mundo que disfruta del lujo en Marbella esté metido en esa clase de asuntos, pero es una ciudad que está dedicada a un turismo o bien de lujo o que quiere ver el lujo, irse a Puerto Banús y ver los cochazos pasar. Mira, hay una cosa que me llamó mucho la atención allí. Los manteros de Madrid venden de todo, los de las playas de Cádiz pareos y cosas hippies... Los de Marbella venden solo falsificaciones de marcas de ultralujo. Hay gente que va allí solo a ver cómo otra gente se gasta el dinero a lo bestia.

—¿Vamos a Marbella a fantasear con llevar una vida que no tenemos?

—Sí... Es algo que también pasa en Ibiza, ¿no? Con esa gente que pasea por los embarcaderos viendo los yates.

—No te veo de vacaciones allí...

—No, ¡para nada!

—¿Qué pensaría el bueno de Lucas, de «Los hombres de Paco», de un tipo como el Abogado?

—¡Supongo que iría a por él! Pero no creo que llegara ni a olerle...

—¿Qué supuso para ti estar (y acariciar el Goya) con «Un amor», de Isabel Coixet?

Un amor fue una de esas experiencias en las que todo cuadra y todo se alinea. De repente tuve la suerte de trabajar con una mujer que es de las mejores actrices que se me han puesto delante en toda mi vida [Laia Costa], con un talento y una humanidad salvajes. Y con una directora que me da alas y me pide más, que me pide que improvise... Hay muchos referentes para hacer el personaje de Píter.

—Ese «falso aliado» de las mujeres...

—Es alguien que se deja más ver, en toda su miseria, cuando está acompañado de tíos. Yo conozco hombres así. Un amor fue todo maravilloso, un rodaje pequeñito, unos escenarios reales, una ciudad como Logroño, que te abraza, que te acoge, te da de comer y de beber. No sé... Fue un rodaje idílico, de esos para quedarse a vivir, de los que nunca te quieres ir. Tenemos que sentirnos muy orgullosos de Isabel Coixet. Desmitifica su figura, es disfrutona y te invita a jugar... Eso es oro. Un director o directora que esté abierto a dejarse sorprender y que busque que pasen cosas es un valor. Yo creo que un director debe tener la capacidad de dejarse sorprender por las cosas que ocurren. Esas cosas están muy vivas. En lo creativo, es mucho más enriquecedor que alguien te pida que te inventes cosas.

—¿Crees que está lo suficientemente valorada Isabel Coixet o percibes que hay un sesgo a la hora de ver su cine?

—En mi opinión, no está lo suficientemente valorada en nuestro país, en comparación con cómo de valorada está fuera, donde es un superreferente del cine. Ella opera a la cámara, ella caza lo que quiere. Es como si actuara contigo.

—Laia Costa también imprime su aura a todo lo que hace.

—Sí, Un amor es el código que ella marca. Es un código superacertado. Ella lleva, por supuesto, todo el peso de esa película. Todas las nominaciones de este año han sido por Coixet, pero también por Laia. Por tener delante esa propuesta tan real y tan honesta, y con tanto talento. Yo lo único que he hecho ha sido subirme al carro de ellas...

—¿Te consideras feminista o aprendiz de? ¿Sientes que aún tienes cosas que aprender?

—Sí, claro. Realmente, nos ha pasado a todos. Ahora hay mucha más conciencia. Hace unos años, todos creíamos tener claro lo que es ser feminista, pero yo me voy dando cuenta de que tenía determinadas actitudes que, desde mi punto de vista actual, no eran tan feministas. Creo que es un ejercicio que debemos hacer todas las personas. Tenemos que ser más honestos, más cautos y no dar nada por hecho. Nos toca seguir aprendiendo.

—¿Qué papel juegan los hombres?

—A los chicos nos toca callar un poco y escuchar, no opinar tanto, aprender.

—¿Has ido cambiando tu manera de pensar, tus opiniones, con el paso del tiempo y el poso de la experiencia?

—No, creo que, en esencia, no. Yo, por ejemplo, tengo conciencia de clase porque la he mamado... A partir de ahí, he ido aprendiendo cosas, sí, pero yo en esencia creo que no he cambiado. Ha habido cosas que he aprendido, cosas que antes me olía y ahora he puesto el foco en ellas. Creo que, sobre todo, hay que ser curioso y sensible, defender la vulnerabilidad.

—¿A qué te refieres al mencionar esas cosas que antes te olías?

—A lo que comentábamos del feminismo, por ejemplo. Cuando los chicos nos hemos callado un poco y hemos empezado a escuchar, nos hemos dado cuenta de que actitudes que no teníamos por machistas sí lo eran, sí lo son. Esto es desconcertante, pero también es maravilloso. Te permite evolucionar.

—¿En casos como el de Dani Alves o Luis Rubiales eres de los que no dudan?

—Bueno, es que esos casos son muy evidentes. No me voy a meter en la Justicia, pero creo que ahí no deberíamos ni opinar.

—¿Te pesa la fama o habéis aprendido a convivir con naturalidad?

—No, ya no me pesa. Antes sí me pesaba, pero con el tiempo te acostumbras a todo.

—Te pararán por la calle...

—Sí, pero ya no es algo explosivo. Es más respetuoso que antes. No es lo mismo del principio. Cuando te pones de moda es todo un poco histérico, efervescente. Pero cuando llevas muchos años ya eres como de la familia.

Silva junto a Carmelo Gómez en la presentación en Madrid de la película «Agallas», rodada en Galicia.
Silva junto a Carmelo Gómez en la presentación en Madrid de la película «Agallas», rodada en Galicia. benito ordoñez

—Hace dos años nos contabas que no olvidabas los dos meses y medio de rodaje en Galicia con «Agallas». Prometías volver. ¿Has cumplido?

—Todavía no, pero lo tengo previsto. Voy a intentar ir dentro de poco. Me apetece muchísimo. Hace un montón de años que no voy y lo echo de menos.

—¿Has sufrido o no la crisis de los 40?

—Bueno... sí. O yo creía que sí, porque ahora creo que esa crisis llega años más tarde... A los 50.

—Tú cumples 47... Falta un poco.

—Bueno, pues cinco o seis años más tarde, pero quizá más que la edad son las cosas que van pasando, por la gente que vas dejando, es inevitable. Con los años la gente se va o se muere. Y eso sí te cambia el carácter y el punto de vista sobre las cosas. Es parte de la vida.

—¿Qué cosas buenas han traído los 40, el rodaje de la madurez?

—Creo que el hecho de que las cosas sean cíclicas te puede dar, por un lado, un poco de pena, porque no te sorprenden igual, pero, por otro lado, como ya estás un poco de vuelta, las llevas con más naturalidad que antes. Estás más calmado y como que sabes encajar ya un poco mejor lo que te viene.

—¿Cómo fue que pasaste de hacer un grado de Electricidad a ser actor?

—Ese grado lo hice en el instituto, con 14 o 15 años, porque lo tenía que hacer, era lo que me tocaba... De hecho, trabajé y todo, pero entré en la Resad y, vamos, esto es algo que no me ha llegado de casualidad. Yo fui a por ello, desde pequeño. Estuve formándome unos tres años y luego estuve compaginando la formación con el trabajo.

—¿Te sientes tú lo suficientemente reconocido a estas alturas de la película?

—No es algo que me preocupe mucho. Me importa más el haber disfrutado, haber puesto las cosas fáciles al equipo, reencontrarme con compañeros y que se alegren de verme y que la mayoría de la gente tenga ganas de jugar a esto conmigo. Ese es el reconocimiento que más me motiva. ¿Que te dan un premio? Hombre, es bonito. Pero sobre todo por la gente que te rodea, porque se enorgullece mucho tu familia, pero, si te digo la verdad, lo que me gusta es disfrutar y que la gente disfrute conmigo.

—¿Qué curte más, la carrera del cine o la paternidad de mellizos?

—Todo. Todo en la vida te curte. Si trabajara en otra cosa, creo que te diría lo mismo. No somos tan especiales los que nos dedicamos a esto...

—¿Cómo encajas estar en la canción «Ester Expósito», de Dani Martín?

—Ah, bien... Es gracioso. ¡Me llegó por todos lados! Por mil amigos y amigas.

—Has revelado que estás «enamoradísimo»... ¡De tu perro!

—Sí, sí; nunca había tenido perro y es una relación especial. Me gusta mucho.